Crecí con una fuerte presencia del deber, de la vida militar, de la disciplina.
Crecí con una fuerte presencia del sacrificio de la docencia, de la enseñanza en la niñez.
Crecí con una fuerte presencia del feminismo, la homosexualidad y de la izquierda.
Crecí viendo a mujeres independientes, madres y no madres, trabajadoras y amas de casa, en pareja y no tanto, que estudiaron y no mucho, que callaron injusticias porque el entorno así les dijo y que alzaron la voz ante la mínima sombra de la injusticia.
Crecí, crecí y me llevé un poco de todo eso en mí. Alguna vez quise ser militar, soy disciplinada, me interesa aún la docencia. No soy izquierdista ni homosexual, aunque algunos creen que lo soy solo por alzar la voz y, por un tiempo, creí que no era feminista. Siempre creí en el derecho de todos y todas sobre su vida, su cuerpo, su deseo, su orientación sexual, ideología, voto, el objetivo de su amor. Sin embargo, nunca me pude llamar feminista.
Pensé que ser feminista era casi como un título que debía ganarme. Intuí que para llamarse feminista había que salir a marchar, tirar piedras, desnudarse, tener mejores argumentos, rabiar contra todo y todos. De repente un día, me miré marchante, con mejores argumentos, discutiendo, defendiendo lo que todas merecemos. Así entendí que para ser feminista no necesitas cubrir requisitos, que no es un título que te ganas, que es lo natural en todo aquel que reclama derechos y oportunidades para hombre y mujer como iguales. Cuando entendí eso, me llamé orgullosamente feminista. Pero, debo confesar que, si en algún momento creí que no merecía el título, otras veces lo maquillé.
Alguna vez creí que era una etiqueta que podía dividir, que a veces había que esconder para no generar controversias. Estaba equivocada. Es importante nombrar las cosas para identificarlas, notarlas, ponerlas en agenda, visibilizarlas. Por eso, ahora digo que soy feminista (sin adjetivos). Porque no se ha alcanzado la igualdad de derechos y oportunidades, porque no recibimos el mismo trato, porque seguimos siendo miradas como objeto, porque muchos hombres reciben una educación que los hace faltarnos el respeto, porque no nos ven como iguales y eso les da la libertad de acosar, violar, maltratar, matar.
Y si crees que el feminismo es exagerado, acá algunas "anécdotas", mi hermano.
Tenía 10 años y un tipo que venía caminando en sentido contrario me metió la mano. No entendí.
Tenía 14 años y estaba cansada de oír y ver los comentarios en la calle sobre mi cuerpo y todo lo que querían hacer con él. Empecé a vestir holgado.
Tenía 18 años y un hombre me empujó contra la pared, me tocó y asustó. Lo empujé con todas mis fuerzas; en el piso, lo pateé.
Tenía 21 años y un profesor mostró en sus diapositivas mujeres calatas para que no se le duerma la audiencia. Me indigné, pero me callé; no hablé.
Tenía 22 años y en la universidad algunos profesores en clase hacían comentarios degradantes sobre el cuerpo de la mujer. Me indigné, pero aún así seguí callando.
Tenía 23 años y un profesor subía puntos en la nota final a cambio de un "abrazo". Quise denunciarlo, me asqueé, pero al final no hice nada; lo dejé pasar.
Tenía 24 años y en la universidad comentaban de la vida sexual de una chica. Con varios, borracha, de esta y aquella forma. Pensé que era una puta.
Tenía 26 años y en el trabajo me acosaban sexualmente. Encaré, hablé, finalmente pedí ayuda, denuncié. Me dijeron no hagas caso y di que estás casada. Y sí, se calmó un poco.
Tenía 27 años y en las entrevistas de trabajo me preguntaban por mi vida reproductiva y no por mi experiencia laboral. La tercera vez que me preguntaron sobre cuántos hijos y cuándo los iba a tener, me asé y en plena entrevista exploté.
Tengo 38 años y me siento más segura por la calle cuando camino con mi esposo. Si voy sola y viene un hombre por mi vereda, aún me cruzo. Pero no, no voy a callarme más.
Todo eso no es inventado. Todo eso me ha pasado, y eso que no todo lo he colocado, pero en comparación con lo que otras mujeres han vivido, es poco. Es un privilegio que yo pudiese ir a la escuela. Nadie me prohibió ir a la universidad. A mí no me casaron a la fuerza. Nadie me ha obligado a ser madre, a dejar el trabajo, no me han golpeado ni violado. He podido votar y hablar de lo que pienso. He saboreado como natural todo esto porque fueron derechos ganados por el feminismo. Yo solo los recibí, bien gracias, sentadita por nacer en 1982, en Lima y en mi casa.
Pero al mismo tiempo, me sabían natural todas esas "anécdotas" porque "eso le pasa a todas las mujeres", porque no había el espacio que me permitiera pensarlo. Y eso que, como te conté, crecí con el feminismo de mi lado. Pero yo no entendí, callé, juzgué, avalé. Pero tú y yo sabemos que, en cada una de esas anécdotas, si yo hubiera sido hombre, nada hubiera pasado. Y tú y yo sabemos que no queremos eso para nuestras hijas, sobrinas, nietas, hermanas, amigas, parejas, nunca más. Y tú y yo sabemos que la lucha debe continuar.
No quiero ser del "sexo débil" que recibe un trato diferenciado, al que resaltan sus cualidades de belleza y sacrificio, su dulzura y maternal simpatía. Yo quiero que hoy 8 de marzo reflexionemos sobre por qué, a pesar de ser 50 - 50 en esta sociedad, no recibimos igualdad; por qué hay gente que trata de diluir la lucha feminista reclamando también derechos e igualdades para hombres que nunca han tenido como comunidad que salir a luchar ni morir por los derechos que tienen; por qué se trata de satanizar un reclamo tan real.
Que ningún hombre más nos pase por encima. Que ninguna mujer crea que es normal que le pasen por encima. Que nuestra vida y nuestros cuerpos tengan igualdad de trato, que nadie quiera anularnos ni matarnos. Se ha avanzado algo, harto, pero aún no nos ven igual, aunque lo digan hombres y mujeres que todo está bien, que el feminismo ok, pero el extremismo está mal. Amiga, aún hay mucho por lo que luchar. 8M no es para celebrar, para eso tenemos 364 días más, este es un día para reclamar, para decir que eso que te pasó, que te enseñaron a normalizar, no está bien, no va más. Eso que le pasó a tu hermana, eso que le hiciste a tu novia, a tu empleada, no estaba bien y no nos pasa más. Todos debemos cambiar. Todos orgullosos debemos reclamar ese título que nos ayuda a comenzar a traer el tema a tratarnos por igual. Yo soy feminista, ¿y tú? Por eso, hay que seguir la lucha.
Gracias Yasmin! Hoy y todos los días necesitamos recordar que la igualdad es un derecho y el respeto es un valor que tenemos que cultivar.
💜🔥 Por ti, por mí, por todas las que estuvieron, están y vienen... se va a caer. Lo vamos a tumbar.