Días de bienestar, así le llaman a los días de descanso que han asignado en el ciclo universitario de primavera en UNC. Carlos tuvo 2 días libres justo cuando llegué a nuestra nueva casa en Carrboro. Y esta semana tuvo 2 días más. Por eso, nos hemos levantado y hecho ejercicio de 7 a 8 a través de Google Meets. Nuestra entrenadora, hermana, cuñada, desde Barcelona nos dirige a sus 13 horas. La diferencia horaria no es excusa para hacer cosas juntos. Impensado hace poco más de un año. Pero, desde que nos encerramos a cuidarnos de un virus que destapó los miedos e indiferencias más extremas, hemos podido disfrutar de clases de todo tipo, danzas, canciones, llantos y confesiones, todo en streaming. Creo que nos ha pasado a todos de acostumbrarnos a esta nueva forma de estar juntos porque, simplemente, no hay de otra.
Después de desayunar, nos hemos amarrado las zapatillas y salido a caminar por el sendero de la laguna Morgan, una de las muchas rutas en medio de la naturaleza que hay por acá. Caminos bien cuidados, señalizados, con el bosque a cada lado, pero a metros de la carretera y la ciudad. Hemos cruzado 5 puentes y 1 túnel. 8.5 km de caminata de ida y vuelta por el tramo llamado Fan Branch Trial. Subidas, bajadas, ardillas, muchas aves, flores y colores nuevos para este cambio de estación que acompaña nuestra mañana. Car está feliz, cada inhalación lo veo llenarse de energía, de hambre por mostrar todo ese brillo que trae guardando hace tiempo. Car, que es un ser sociable, propone incluir a más gente en nuestra caminata, hacer planes con nuevos amigos, convocar a otros refugiados para el almuerzo de fin de semana.
Yo estoy feliz, disfruto del sonido del agua del riachuelo que cruzamos una y otra vez en esta sinuosa caminata. Disfruto del color de la mañana que empieza a calentar propio de la primavera y propio del movimiento que vamos haciendo. Disfruto viendo que no hay nadie en el sendero por delante, no hay nadie por detrás. De rato en rato, un good morning en bicicleta, o acompañado de un perrito, interrumpe el silencio. Sonreímos con mascarilla, respondemos el saludo, vuelve el silencio. El miedo al contagio ha incrementado mi pasión por la soledad y la distancia. Me encanta disfrutar de los momentos con amigos y familia, me encanta conocer nuevas personas, verlas florecer ante una conversación cotidiana. Mostrando su belleza con esos primeros diálogos en los que entregan con pasión sus gustos y cultura. Es rico. Pero, mi lado tímido e introvertido suele ganarle a ese disfrute, y con el miedo al bicho, prefiero seguir refugiada con mis distancias.
Planeamos, consensuamos y convenimos el punto medio para la interacción social que Car desea y mis distancias. Una salida de picnic es la opción elegida. No comeremos, tiempo limitado, doble mascarilla. Luego, pasamos a otro tema. Son 8.5 km que nos alcanzan para pensar cómo este orden que descubrimos en Estados Unidos de Norte América podría migrar a nuestra tierra. El sistema creado alrededor de la "comodidad" que se ofrece por acá nos impresiona. Grandes carreteras, áreas abiertas, bosques, jardines botánicos, museos, diferentes ofertas culturales y universidades para una aparente calma y poca gente.
Carrboro, donde hemos llegado con nuestras 6 maletas, es un pueblo dentro del distrito de Chapel Hill. Este, a su vez, es parte del condado de Orange. Todo dentro del estado de Carolina del Norte (CN). El estado, según Wikipedia, alberga a 10 383 620 personas (más 2 recién llegados) y tiene 139 391 km2. Lima departamento es hogar de 9 485 405 habitantes (menos 2) en 34 801,59 km2, según Wikipedia también. Es decir, el departamento de Lima tiene similar población que el estado de CN, pero es 4 veces más pequeño. Además, Lima es una big city, como le dicen por acá. Una capital con los beneficios y desgracias que eso significan, una de ellas la alta densidad. Todos más apretaditos en Lima nos hace pensar que acá en CN somos menos, porque no hay ni el tráfico ni el caos producto de estar tan apretaditos como en Lima.
La comparación me hace pensar en la necesidad que han previsto por acá de tener toda esa "comodidad" incluso para un estado "pequeño" (CN tiene el puesto 9 en número de habitantes y el 28 en cantidad de área en todo USA), e incluso, encontrándonos en un pueblito del estado de CN (imagino que es algo así como si estuviéramos en Sayán pero con todas las "comodidades"). Algunas de esas comodidades, a las que nos acostumbramos rápido, son el sistema de transporte, en varios tramos gratuitos, ordenado y puntual; sistemas de casas organizadas, muchos condominios, con todos los servicios sin estar en un barrio caro (nos reímos con Car al pensar que en Lima era imposible para nosotros vivir en un condominio con piscina, jardines, árboles y andar en micro); un buen sistema de internet, la velocidad contratada es de 200 mbp por $ 35.09.
En la caminata, cierta luz nos ha traído la imagen de Tarma, de Leymebamba. Vallecitos cálidos. El segundo, más ordenado y menos visitado que el primero, pero les vemos potencial a ambos para replicar cierto orden que vemos acá. Caminamos y vamos imaginando una vida allá. Insertar una comunidad, tal vez "modelo" para probar, evaluar, mejorar y replicar. Imaginamos sistemas engranados, como acá. Empleos que se integran en un sistema que soporta al otro. La construcción de carreteras va ligando desde el trabajo de ingeniería, hasta la fabricación de la indumentaria, pasando por la alimentación, la educación, la vivienda. Personas que migran de Lima, que regresan a sus tierras o a nuevas tierras con el interés de volver al campo, pero con las comodidades que en la ciudad les ayudó a moldearse. Gente que va en familia, en grupo, cuyas profesiones o habilidades pueden ser útiles a otros y así generar movimiento en búsqueda de bien común, de estabilidad, de crecimiento, de tranquilidad y de más empleo con esos sistemas engranados.
Algo de eso ya se hace, pero lo imaginamos como parte de las políticas públicas para asegurar ese "crecimiento económico", que tanto se busca, basado en trabajo más que en "bonos", basado en buscar el equilibrio sostenible de las ciudades que ya no son tan atractivas para todos y que ya no es saludable porque siguen hacinando a más gente. Todo esto que imaginamos lo conectamos con otro viaje que hicimos y que tal vez fue el que nos condujo a este viaje. En 2019, cuando estuvimos en Chachapoyas, conocimos a una familia que había vuelto a su pueblo. Luego de gozar y saturarse de Lima empezaron una nueva vida en Milpuj, bello ejemplo a pequeña escala de lo que imaginamos ahora. Una vida sostenible, amigable con el medio ambiente, mejorando el entorno y calmada.
En ese viaje también conocimos una pareja, más joven que nosotros, comprando un terreno por allá, para dejar la ciudad y hacerse al campo. Nos hablaron de otros citadinos y extranjeros haciendo lo mismo, yéndose a vivir por allacito, cansados de Lima y sus desgracias. Contagiados de esa emoción nos fuimos hasta registros públicos de Chachapoyas para cotejar el origen de un terreno al que le echamos ojo pero que no se concretó. Finalmente, ese viaje nos hizo tomar algunas decisiones, apurar algunos cambios y, bueno, acá estamos. No en nuestro terreno de Chacha, sino en nuestro pueblo en Carrboro. Desde acá, mientras caminamos y vamos respirando la distancia de casa, imaginando cómo sería nuestra ciudad soñada, pensamos que queremos un lugar en el que se pueda vivir en comunidad.
Un lugar donde te dejen el pedido de la compra en la puerta, y que nadie se lo lleve; donde recirculen los bienes por unos cuantos dólares; donde los profesores sean prioridad en la vacunación; donde me avisen que me han cobrado de más en la renta y me lo devuelvan; donde el chofer del bus me salude en lugar de que me insulte; donde haya un jardín comunitario trabajado con las manos voluntarias de los vecinos y cuya cosecha vaya a los miembros más necesitados de la comunidad; donde podamos reescribir nuestro futuro sin tener que cargar con la condena de arrastrar decisiones pasadas; donde podamos dejar la vida agobiada por el estrés del trabajo porque hay que pagar las cuentas, el carro y así es la vida pues; y dejar atrás esos lugares donde si no eres capaz de trabajar bajo presión y tu principal virtud no es el perfeccionismo, pues estás en naa.
No estamos idealizando el poracasito, no es así. Acá hay cosas que no queremos llevar a nuestra ciudad soñada. No queremos la vida en guetos sino en una integrada comunidad. No queremos la hipocresía de la igualdad: la comunidad latina y negra es la más afectada por la pandemia, pero la que menos acceso a la vacuna ha tenido (no hay un solo estado en el que se refleje el % de negros o latinos vacunados frente al % de su presencia en la población); no queremos que la salud sea un bien tan preciado, es decir, tan caro. Antes de venir acá habíamos despreciado nuestro sistema de salud, público y privado. Y sí, tiene que mejorar un montón, pero es más accesible, menos caro, más cercano. Es difícil ser transeúnte en USA. Si bien hay muchas carreteras, bien mantenidas, señalizadas y con poco tráfico, hay muy pocas veredas, incluso dentro de la ciudad a veces debemos caminar por la pista.
Seguiremos caminando y soñando con nuestra ciudad ideal. Tenemos aún varios kilómetros para gastar las zapatillas y detalles que afinar. ¿Te animas a formar parte de nuestra ciudad soñada?
Sí, me gusta más la frase "ciudad deseada" que "ciudad soñada", vá un paso más adelante de su realización, que creo podrán lograr juntos, en un futuro no tan lejano.
Yasmin, es un placer leerte! Creo que todos en algún lugarcito de nuestro corazón tenemos ese sueño. Un abrazo!