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Yasmin

Vivir en otro idioma

Inevitablemente, hace un tiempo que sueño en inglés y pienso en inglés. Inevitablemente, con Carlos, en casa, a veces me es más fácil contarle algo que escuché en inglés, pues en inglés. No es siempre, pero cada vez, pasa más. Me pregunto si así es como uno se empieza a huachafear. Si así es como uno empieza a perder el vínculo con lo materno, con tu lengua madre. Desde que tomé el avión ando entre varias facetas con mi relación con el idioma. No van en forma lineal como etapas que se queman y acaban, son más bien cíclicas. A veces, mi cerebro está más duro y me cuesta más y no entiendo nada. A veces, estoy con ganas de ponerle mucho esfuerzo y tomo todas las clases de inglés (gratis obviamente) que entran en mi horario (ahora mismo 7 horas a la semana). A veces, trato de imitar el acento americano. A veces, me va mejor con el acento "Gloria" (de Modern Family). A veces, me rindo y voy por el Spanglish. A veces, me quedo con las señas, las sonrisas y el silencio. Lo mejor es morir de risa y seguir intentando y practicando hasta que algún día todo sea más natural.


Mi inglés es del cole. De mis clases del nido recuerdo solo las clases en inglés. Me imagino que la novedad decidió prenderse en mi memoria más fuerte que las clases del abecedario en español. Las primeras palabras que aprendí en inglés fueron apron con "ei", ballon con "bi", clawn con "ci". Creo que nunca las usé en una oración, pero no las olvidé. Luego vinieron los colores, los números, rezar en inglés. Aún recuerdo parte del padre nuestro en inglés. Siempre me gustó el pensar las cosas en otro idioma, descubrirle a los objetos otros nombres otras formas de expresarlos. En la secundaria empecé a estudiar francés, adoré mis clases de francés. Volver a pensar desde cero la dinámica de la comunicación. Comment tu t´appelle? decía mi profesora, recién llegada de Paris que traía consigo el aire europeo en su estilo, en su andar y un acento divino, para mí al menos. Disfruté cada clase. Me imaginaba, una vez más, todo en otros códigos, en otros tonos.


Hace mucho que me era sencillo pensar en otro idioma, por chamba, comunicarme en inglés, a lo bruto, era lo habitual. Pero es diferente necesitarlo. Por placer, por gusto, por exótico, por funcional, siempre se acomoda a los recursos que tienes. Pero necesitarlo para vivir es otro cantar. No es que sea difícil, pero es complejo expresar tus emociones, tus sentimientos. De verdad, decir cómo te sientes en otro idioma, es complejo. Claro, me refiero a si no quieres quedarte en el fine, thanks, I am good, man o el great, you? Me refiero a cuando realmente quieres conectar con alguien y quieras soltar todos esos enredos que tienes dentro y no salen con subtítulos. Y sumado a eso, los sesgos culturales con los que vienes, que te crean filtros de prejuicios para decir las cosas. Hay frases de las que luego me doy cuenta que en español se hubieran entendido mejor. Hay palabras que me arrepiento de soltar. La construcción de las oraciones puede ser sencilla, revisar el vocabulario, coger palabras, ajustar el tiempo verbal. Pero hay una estructura de las cosas, un orden diferente, y una percepción de la realidad diferente que está más profundo, más enraizado, cultura la llaman.


Dicen que el conocimiento es lo más poderoso que hay, conocer, saber, la información. Pero yendo un paso más atrás, el lenguaje y la comunicación es lo más poderoso que hay. La mejor tecnología que tenemos, lo más valioso que hemos aprendido desde que existimos. El lenguaje, cuyo origen tiene muchas teorías, tiene en Makapansgat, Sudáfrica, uno de los vestigios más antiguos de su invento o aparición hace 3 millones de años. Un símbolo dibujado en una cueva dejó grabado el interés por comunicar, lo que parece ser, un rostro. No parece innato, no hay un brazo que sea el órgano del lenguaje, pero sí hay espacios en nuestro cerebro que almacenan lo aprendido sobre la comunicación. Todos los animales tienen una forma de comunicación, el ser humano, tiene al menos 6000 idiomas, 6000 formas distintas para decir lo mismo, qué locura.


Siempre me sentí cómoda en otro idioma, siempre me imaginé haciendo maletas, viviendo en otro idioma, pero, hasta ahora, la comunicación en inglés viene siendo el mayor reto al que me enfrento todos los días desde mi partida. Aún algo no termina de engranar en mi cerebro para que todo sea natural. Aún esto me toma, tal vez por la edad, tal vez por el entorno, bastante energía y algo de frustración. Pero no te creas el drama, yo disfruto, disfruto y sigo disfrutando de la magia de usar otra lengua para expresarme, de entender que no basta con traducción de ideas, si no, con buscarle el verdadero sentido al mensaje, de valorar mi castellano y su ricura y la practicidad del inglés, de la genialidad de tener en común entre vietnamitas, pakistaníes, iraníes, italianos, indonesios, turcos, bahameños, coreanos, chinos, japoneses y entre estos dos peruanos, y claro, con los estadounidenses, al inglés y, un poco de intuición también, para intentar entendernos.




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